Calor. Mucho calor. Respiras por la boca porque hace mucho tiempo que ya no te entra suficiente aire por la nariz. Tus músculos arden, te mueves con muchísima lentitud, como si tu cuerpo se hubiera convertido en piedra. La pelota pesa mucho más que cuando empezaste y no eres capaz de mantener correctamente el grip de tu raqueta. Estás totalmente agotada y lo notas, seguramente el resto lo note también, pero a estas alturas eso te da igual. En tus ojos brilla una férrea determinación, energía que hace posible que tu cuerpo exhausto se mueva una vez más, a pesar de que parecía imposible. Otro golpe, otro fallo...
Estás llegando a tu límite, vas a tener que parar, lo sabes. ¡NO! Te resistes. Un poco más. Tienes que aguantar. Te ha costado mucho llegar hasta aqui, ¡no te puedes rendir ahora!. Otro golpe más, sólo un poco más...
... y entonces sucede. De repente respiras con normalidad, la cantidad de aire que inspiras es suficiente, agradable, dulce incluso. Tus músculos se han vuelto ligeros y flexibles, como si se hubiera esfumado el traje de piedra que llevabas puesto un instante antes. Todo se ralentiza, ves la pelota claramente, va muy despacio, tienes todo el tiempo del mundo para llegar hasta ella. La golpeas, sin esfuerzo y sale disparada, con fuerza, porque ya no pesa, tu raqueta tampoco pesa y la sostienes sin problemas. No piensas, simplemente reaccionas. No tienes que pensar dónde lanzar el siguiente golpe porque tu cuerpo lo sabe instintivamente. No hay dudas, ni miedos, ni recriminaciones por errores pasados. Nada. No hay nada. Si un golpe no entra, no piensas nada, simplemente esperas el siguiente, y el siguiente, y otro más...
Pero el ser humano es avaricioso. Ves tu cuerpo reaccionar instintivamente, tu mente clara, y quieres poseerlo, controlarlo, encerrarlo en los límites de tu consciencia. Entonces, tan inesperadamente como vino, se desvanece, se te escapa de los dedos, como intentar coger un puñado de agua. En ese momento es como si despertases, con una sensación agridulce, pero sonríes, porque sabes que habrá una próxima vez...
Si pudiera ser capaz de alcanzar ese estado en cualquier momento y de manera consciente...
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6 comentarios:
Taido significa límite en japonés. Entendiendo límite como "extremo que pueden alcanzar lo físico y lo anímico".
El grip es la manera que se tiene de sostener una raqueta a la hora de golpear la pelota.
La sabia Mery dice que ese estado, el mal llamado "subidón del deportista", es en realidad una liberación a lo bestia de endorfinas en el cerebro. Las endorfinas son unos polipéptidos(¿?) fantásticos y maravillosos que se caracterizan por su efecto analgésico y habilidad para provocar sensación de bienestar. Unos "eliminadores naturales del dolor" vaya...
A veces me siento así cuando escribo...mis dedos son una parte más del teclado y lo que escriben sale directamente desde mi cabeza..., parece que solo han pasado segundos y cuando reacciono he permanecido en ese estado hipnotico horas...es genial ^_^
Eres muy buena describiendo sensaciones :D
Ya... el subidón del deportista... también calificado a veces como "orgasmo" del deportista, ya que al igual que en éste se produce el ya comentado subidón de endorfinas. Yo soy de la opinión de que más que una cuestión química (que también) es algo psicológico. La sensación de superación, de autoestima con un buen golpe, te desinhibe del cansancio físico y te permite alcanzar un nivel que retroalimenta esa sensación. En términos ingenieriles se podría decir que se entra en una "redundancia" maravillosa.
Miedo me da pensar que puedas llegar a alcanzar ese estado a voluntad...(¿estás muy interesada en ver como paso del estado sólido al líquido en la pista?)
De todos modos... y pensando de nuevo en el factor químico... voy a controlarte a partir de ahora mucho más las visitas que haces a la esquina para beber de esa sospechosa botellita.... de la que curiosamente no me ofreces de un tiempo a esta parte...(llámame mal pensado).
Un beso,
Alfonso.
Creo que la búsqueda de esa sensación es la base del éxito de las drogas
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